Tambores y Otros Demonios
Tambores y Otros demonios nace en el 1999 como consecuencia de introducir en la obra de teatro Hopitakí la fiesta de los muertos. Dentro de la obra, actrices y actores utilizan la música percutiva no solo para ambientar las escenas sino como personajes que hacen la fiesta de los muertos con tambores, porque este personaje, más que un instrumento, evoca vida y energía, debido a que la relación tambor- corazón es metafísicamente intrínseca. Sin embargo, como grupo de teatro y parte de la obra se terminaba con la venta de colada morada con guaguas de pan y mientras se disfrutaba de este platillo, el Taller de Teatro Politécnico Nues tocaba libremente ensambles de percusión y esto era maravilloso porque en vez de marcar el final de la obra marcaba un inicio; de ahí que el público se animaba y saltaban los malabaristas del grupo para hacer un nuevo ritual el del equilibrio en la vida. Es por esto que se decidió continuar estudiando la cultura del tambor como una extensión del TTP NUES, primero fueron los mismos actores y actrices luego se sumo más gente pero no al grupo de teatro, sino a los tambores con lo cual tomo su especificidad. Como grupo de percusión, la primera presentación fue en el año 2000 en un rave de la Mitad del Mundo, al no tener todavía nombre pusieron en el afiche grupo ‘Gato y los Tambores’. Pero la idea no era crear un grupo musical nada más, sino un ritual urbano con raíces étnicas, basadas en el estudio de las fiestas populares. La constante fue el círculo de los bailes y un personaje, el alma de la fiesta, el diablo; que en las culturas étnicas no se lo concebía con el concepto occidental satánico sino como picaresco. Así que dije ‘diabluras es lo que debemos hacer, pero no sólo los que tocamos, sino todos los que estén en el ritual’. Entonces me vino a la mente que en Latinoamérica el realismo mágico es imperante es decir en la fiesta de Sanjuanes de Otavalo puedes encontrar al Chavo de 8 bailando por citar un ejemplo. El tío Gabriel García Márquez, que es el duro del realismo mágico, autor de ‘Del amor y otros demonios’ me dio una idea, al hablar de la magia en la vida. Así que tome prestado su nombre y bautice a este inicio de ritual como TAMBORES Y OTROS DEMONIOS, considerando que es un círculo donde los tambores tocan y los otros demonios bailan.
Talvez parezca enredado, latoso y todo lo demás, pero a las alturas de mi vida no estaba pensado en el nombre pegajoso que impacte, porque es así de difícil explicar un nombre y no la simple razón de que suena lindo. Creo en la fortaleza de la cultura, en sus laberintos dialécticos, creo en el sincretismo, en que el río tiene tres orillas. También creo que tocar tambores te cura el alma y fortalece las voces de los que algo tienen que decir, prefiero pensar que lo que nació fue un inicio de ritual que no termina, que apenas empieza que cada ser que viene, algo trae, algo se lleva.
Las primeras tocadas fueron de activismo ecológico, político, de género, de solidaridad, de guerra, de amor. La primera tocada fue a las 3 de la madrugada cuando todos dormían y a nosotros nos dolía las manos tocar por el frío. Tocábamos a nivel del piso, con la gente a nuestro nivel y medio mezclados en un semicírculo; sin embargo, la evolución no destruyó el ritual de inicio. De ahí fuimos aprendiendo que la vida te pone adelante las necesidades de crecer, de formarte, de tener lo que ahora tenemos que es una sonrisa para nosotros y para los demás. Para sus integrantes iniciales era suficiente asistir con alegría. Al inicio yo me paraba de espaldas para indicar lo que debíamos hacer, como en los ensayos pero in situ; era gracioso porque todavía nadie memorizaba los cortes y las partes, todo era sobre la marcha, hasta que fueron desarrollando habilidades y se fue integrando gente que ya sabia tocar. El mundo tamborilero es un encuentro único y maravilloso, es como una obra de teatro, la ves una vez y listo. ¡Salud y larga vida a los tambores!